Pues eso. Me he hecho un pequeño cambio de imagen: me he deshecho de mi melena leonera. Llega el verano, el calorcito, la playa, la pisci, el sol... Los pelos se estropean un montón con el cloro y el sol, amén de que en los días calurosos desearías ser como Cidane o Constantino Romero, ligerito de pelo, porque te da un calor que te pasas.

Así que el viernes me fui a la pelu y le dije a mi peluquera: córtame el pelo y cámbiame un poco de imagen. Como siempre, me puse en sus manos, que ella tiene mucho gusto (para eso se dedica profesionalmente a los pelos) y yo tengo un gusto más bien escaso. Y me hizo un corte muy mono y moderno, que me quedó estupendo, pero ya veremos cómo me queda cuando me lo tenga que apañar yo solita...

Cuando salí de allí y me fui con mi gente (amigos, papis, hermanos) todo el mundo flipado porque no se esperaban que me lo cortara tanto. Bueno, todos todos... ejem... alguno ni se dio cuenta. Consejo para los chicos, aunque sean amigos: sí, nos gusta que notéis que nos hemos hecho algo en el pelo y sí, nos gusta que nos digáis que nos queda bien...

El caso es que todos me decían: alaaa... qué corte de pelo... ¿y eso que te lo has cortado? Y yo toda despreocupada: no, pues como llega el verano y me daba calor, me lo he cortado y eso... Pues os voy a contar un secreto. Me lo he cortado porque daba calor, sí, pero también porque me miraba al espejo y estaba harta de lo que veía... ¿tiene esto algún sentido? Ahora me siento otra, diferente, vamos a ver si la estrategia funciona...
Hoy es un día de esos en los que me levanto y te echo de menos. Así, como suena, sin más porqués, sin más explicaciones y sin ningún disfraz.
Echo de menos cuando venías a recogerme al trabajo y nos íbamos por ahí, donde fuera, a charlar de nuestras cosas.
Echo de menos esas conversaciones que no tenían fin, nos salía tan bien eso de hablar sin parar, saltar del trabajo a la familia, los amores imposibles, los sueños, las pelis que queríamos ver y la música que nos emocionaba.
Echo de menos los ciegos de vino y marihuana, las risas tontas, las conversaciones de las que luego no nos acordábamos.
Echo de menos las horas muertas sentados en un banco de la plaza, con una bolsa de pipas y nada más que hacer.
Echo de menos las discusiones, aquellos problemas que teníamos que no me dejaban dormir por las noches y que hacían que me levantara con ganas de verte para hablar del tema y arreglarlo.
Echo de menos las confesiones, los abrazos, la complicidad y, en resumen, nuestra amistad.

No me ocurre a menudo, pero a veces te echo de menos. No puedo evitarlo. Hay muchas cosas de mí de las que no estoy segura, pero estoy bien segura de una cosa, no te voy a olvidar nunca.