¿Habéis tenido alguna vez una historia totalmente "de película"? Vamos, que ni tú misma te la crees y que, si hubiera salido bien (que no es mi caso, claro) sería una preciosa forma de empezar una historia de amor... Yo tengo una, y de vez en cuando vuelve a mi mente, así, de repente, sin ninguna razón en particular, y siempre, siempre, me deja con una sonrisa en la boca... Es la primera vez que la cuento entera, espero acordarme de todo más o menos. Allá va.

No recuerdo todos los detalles, hace muchísimo tiempo, ¿cuánto? ni yo misma lo sé, pero yo estaba en la universidad y debían de ser los primeros años de la misma, o primero o segundo de carrera, o sea, yo tendría 19 o 20 años.
Un viernes una compañera de carrera y yo decidimos salir por ahí de marcha, así que quedamos por la noche y nos fuimos las dos de copas. Llegamos a un bar, en el que yo no había estado nunca y al que mi amiga se emperró en ir porque allí iban conocidos suyos, ya no recuerdo ni dónde estaba ni cómo se llamaba. Y de repente le vi. Un chico alto, guapo, moreno de piel y de pelo, en el que era imposible no fijarme, era exactamente mi tipo.
De lo que más me acuerdo es que llevaba puesta una chaqueta de cuero roja y negra chulísima que me llamó la atención y de que al mismo tiempo que yo le miraba de reojo, notaba que él también me miraba a mí y yo me iba poniendo cada vez más nerviosa. Y entonces se acerca y saluda a mi amiga y claro, yo ahí al lado, sonriendo con cara de boba.
Mi amiga me lo presenta, Alfonso. "Bonito nombre" pienso. Nos acercamos a la barra a pedir y empezamos a hablar, no sé de qué, no me acuerdo, sólo recuerdo los nervios... de verdad me gustaba ese tío, y eso que no lo conocía de nada. La noche transcurría y allí estábamos nosotros dos, todo el rato hablando, bailando y tomando copas, hasta que mi amiga dijo que nos íbamos a otro sitio, y salimos del bar, él vino con nosotras, además de algunos amigos y amigas de mi compañera de universidad.
Empezamos a andar y de pronto estábamos solos, yo no sabía dónde estaba el resto del grupo y a decir verdad, me importaba más bien poco. Era tarde, de madrugada, y estábamos caminando por una avenida de mi ciudad, completamente solos. En ese momento hablábamos de cine, él era muy cinéfilo y yo también (y lo sigo siendo) y estábamos comentando que deberíamos quedar para ir al cine y ver pelis raras, de esas que nadie quiere ver porque no les suenan de nada y que nosotros estaríamos encantados de poder ver. Me contaba que su director favorito era Woody Allen, y yo le respondía que no había visto muchas películas de él, sólo unas pocas, pero que me parecía realmente interesante.
Entonces me dice: "Mi película favorita de Woody Allen es "Annie Hall", y yo respondo: "No la he visto..." Y él dice: "Vale, pues hacemos una cosa. Te cuento una escena de la peli, que es la que más me gusta, y si te parece bien lo que oyes, la interpretamos". Yo con cara de boba y mirándole fijamente: "Vale".
Diane y Woody en "Annie Hall"
Empieza a contarme la escena: "Pues el personaje de Woody Allen y el de Diane Keaton van andando por la calle y están hablando. Se están conociendo, se gustan y han quedado para cenar. Bueno, pues están hablando y él la interrumpe y le dice: Para, para... dame un beso." Yo pienso: "¿Cómo?" mientras él continúa contándome: "Y ella le dice: ¿qué? ¿ahora?, y Woody le contesta: Sí, ahora. Mira, después de cenar iremos a casa, y entonces surgirá el tema y como es la primera vez, estaremos tensos y pasaremos un mal rato. Si me das un beso ahora acabaremos con toda la tensión, dejamos el tema cerrado y nos vamos a cenar, seguro que así cenamos más a gusto." Y yo pienso: "¿Esto significa que quiere que nos besemos?". Y entonces pregunto: "¿Y ella le besa?" Y me contesta: "Claro. ¿Tú qué dices?", y yo: "Claro".
Fue ahí cuando me miró fíjamente, me cogió de los hombros y repitió el discurso de Woody Allen en "Annie Hall", yo hice el papel de Diane Keaton y fue uno de los besos más fantásticos de mi vida.
"La escena del beso de "Annie Hall"
Depués de eso nos fuimos a una calle más tranquila, y seguimos hablando y besándonos, yo estaba como en una nube, creo que no pude ser yo misma en toda la noche, me tenía hechizada. Recuerdo que me preguntó cuál era mi película de amor favorita. Yo me quedé en blanco, no se me ocurría que decir. Y él me dijo que la suya era Drácula. Y es que la mía también es Drácula, antes y ahora... fue mágico. Me dió su número, me dijo que le llamara para ir al cine, nos despedimos con más besos y yo me fui.
No le llamé, no sé por qué, cosas que haces cuando tienes 19 años, que precisamente son de la sque luego más te arrepientes. Supongo que me daba vergüenza, supongo que pensé que ya no querría quedar conmigo... y al cabo de bastantes meses y de obsesionarme un poco por mi estúpida actitud, decidí llamarle. Cuando contestó me dio un vuelco el corazón, le pregunté si se acordaba de mí, me dijo que por supuesto, le dije que sentía no haberle llamado antes, pero que lo había pensado y que si le apetecía ir al cine. Él me dijo que no podía, porque esa semana ya tenía planes con su "novia", así que me despedí, colgué y me lamenté por haber sido tan tonta y no haberle llamado antes. Nunca más le he vuelto a ver, de hecho, no sé si me acordaría de él.
El caso es que depués de aquella noche cada vez que alguien me pregunta cuál es mi película favorita, la respuesta aparece clarísimamente en mi mente: Drácula. Por supuesto, he visto "Annie Hall" muchísimas veces y cada vez que la veo, me acuerdo de Alfonso, mi chico "de película".
Últimamente tengo la constante sensación de que no encajo... Sí, imagináos un puzzle... uno muy grande, y cada pieza representa algo de vuestra vida: los estudios, el amor, la familia... o incluso piezas mucho más pequeñas, lo que voy a cenar hoy, la última película que he visto, mi padre, mis pantalones vaqueros favoritos... ¿Lo podéis ver? Bien, pues imaginad una pieza que destaca, de color fucsia o rojo intenso, que os falta por colocar y que no hay forma de encajar en ningún sitio... algo le pasa a la pieza. La intentas poner en un sitio del puzzle y encaja con la de la derecha y la de arriba, pero con la de la izquiera y la de abajo. Vuelves a probar en otro sitio del puzzle, y ahora resulta que sí, que queda clavadita con la pieza de abajo, pero hoy forma que case con el resto de lados... Pues esa pieza soy yo.
A veces pienso que estoy desubicada, luego tengo una perfecta noche de sueño y me levanto pensando que todo son tonterías, imaginaciones mías, pero pasa el día y vuelvo a sentir esa sensación, esa certeza que me dice que el mundo se mueve en una dirección y que yo voy en otra.
Si habláramos de caminos o carreteras, yo veo una muy grande por donde va la vida, todos por ahí andando, unos en moto y otros en Mercedes, unos andando y otros en bicicleta, pero por ahí moviéndose...
De repente yo empiezo a salirme de la carretera, me veo andando fuera de ella, por una carretera paralela pero que poco a poco va separándose... y de repente veo un desvío, un camino que hace un giro de 180 grados y va en la dirección contraria... y me muero por tirar por ahí, pero me acojono y sigo en mi pequeña carretera. Pasan los metros y aparece otro camino, uno que vuelve a la carretera principal, además justo en la entrada hay un tío vendiendo cañas, con lo me gustan a mí las cañas... y quiero ir por ahí, realmente me apetece una cerveza, y me dirijo hacía el tío que las vende y le pido una, y cuando voy a seguir andando, algo me dice que por ahí no puedo ir, y vuelvo a mi carretera, y sigo andando (porque yo voy andando...).
Los desvíos aparecen y desaparecen frente a mí, unos me ofrecen unas cosas y otros otras, cojo lo que puedo, una caña, un nuevo CD, lo que me van dando, pero nunca me decido ni por uno ni por otro. Y sigo andando, por mi camino, en el que estoy sola, el que no encaja, el que veo alejarse cada vez más de la carretera principal. Eso sí, llevo mi nuevo ipod y ahora está sonando esta canción, y curiosamente es exactamente cómo me siento...



I'm waiting for my moment to come
I'm waiting for the movie to begin
I'm waiting for a revelation
I'm waiting for someone to count me in

cos now I only see my dreams in everything I touch
feel their cold hands on everything that I love
cold like some magnificant skyline
out of my reach but always in my eyeline now

We're tumbling down
we're spiralling
tied up to the ground
we're spiralling

I fashioned you from jewels and stone
I made you in the image of myself
I gave you everything you wanted
so you would never know anything else

but everytime I reach for you you slip through my fingers
into cold sunlight laughing at the things
that I had planned the map of my world gets
smaller as I sit here pulling at the loose threads now

We're tumbling down
we're spiralling
tied up to the ground
we're spiralling

Did you wanna be a winner?
Did you wanna be an icon?
Did you wanna be famous?
Did you wanna be the president?
Did you wanna start a war?
Did you wanna have a family?
Did you wanna be in love?
Did you wanna be in love?

When we fall in love
we're just falling
in love with ourselves
we're spiralling
we're tumbling down
we're spiralling
tied up to the ground
we're spiralling
Hoy estaba pensando, y los que me conocéis lo sabéis por qué, qué pasaría si me despidieran. Un día me levanto, voy a trabajar como siempre, y alguien me dice que ya no me necesitan y que prescinden de mí, dándome 15 días para recoger. ¿Qué pasaría con mi vida entonces? Sé, más bien presupongo, que me resultaría difícil econtrar algo "de lo mío", soy socióloga, no nos engañemos... y además especializada en análisis de datos (what is that?), así que tendría varias opciones:
  1. Estudiar oposiciones. Sí, vale, es una de las mejores opciones conforme está la vida, trabajo fijo para toda la vida, facilidades con los bancos, me daría mucho tiempo libre para disfrutar de mis muchas aficiones, no cobraría mal... Pero no podría ascender ni cambiar de actividad laboral, cosa que me frena, ¿no me resultaría aburrido? Que yo muy inquieta. Además, prefería morir atada a la rama de un árbol siendo sumergida múltiples veces en un río que ponerme a estudiar (con el peñazo que tiene que ser cualquier temario de oposición) enclaustrada en casa o en la biblioteca..
  2. Buscar otro trabajo. Ya sé que he dicho que supongo que me resultaría difícil, pero podría intentarlo y mientras tanto mal-vivir con el paro. Actualizar el currículum, ir al INEM a sellar, ser asidua a infojobs, hacer entrevistas (si es que consigo alguna) con sus respectivas pruebas estúpidas y psicotécnicos para averiguar si estoy de la olla, actuar para conseguir que me tomen en cuenta y quizás aún así no conseguir nada. ¿Y si pasa el tiempo y sigo sin trabajo qué?
  3. Irme fuera a estudiar inglés. De las tres, esta opción es la que me resutla más atractiva. Pero claro, tengo que pagar la hipoteca de la casa, porque ahora no se vende nada y además si vendiera, tendría que devolver las ayudas, y además está el Milo, ¿si me voy qué hago con él? Aún con todo, me gusta pensar que lo solucionaría y que podría irme por ahí, a ver mundo, a aprender a estar sola, a sobrevivir como pudiera, a echar de menos de mi casa y mis amigos y mi familia... ¡ah! y a aprender inglés.
Pero pensándolo (lo sé, es difícil seguir el hilo de mis enrevesados pensamientos) me he dado cuenta de que hay una época para todo. Sí, si realmente hubiera sido valiente me habría ido en su día, como tenía pensado y decidido, y ahora no estaría preguntándome qué habría pasado si...
Es difilísimo saber cuál es la decisión correcta en determinadas situaciones, es más, no tengo muy claro que haya una "decisión correcta", sólo son decisiones, caminos que escoges andar, metas a las que te quieres digirir, elecciones al fin y al cabo. Tus elecciones.
Pero cuando eliges algo también pierdes algo, pierdes aquello que no eliges. Es tonto, pero es así. Yo elegí aceptar ese trabajo, en vez de irme a Italia con una Erasmus que me habían concedido. Por lo tanto, perdí la oportunidad de aprender italiano, de sobrevivir sola y de cambiar de aires, que buena falta me hacía.
Como Peyton Sawyer dice en uno de sus podcasts (ya os presentaré otro día a este personaje de ficción que se ha colado en mi corazón)...

Choices! And when I have to make a decision, what I always think about is that with every choice so many other roads are left untraveled and I want to drive those roads in my car with the stereo on loud and the sun on my back because ultimately I think it's true what they say, ya know? that life is just a long journey that's made of a million little road trips. Or do they say that? um, if not, then I'll say it. We should be in that car with our friends just driving all those roads... carefully, but still ya know?


Yo también quiero conducir por todos esos caminos que me ofrece la vida con la música a toda leche y el sol en lo alto, yo quiero poder hacer todo lo que se me ponga por delante, de una forma o de otra... Quiero dejar de preguntarme qué habría pasado si hubiera rechazado mi trabajo y aceptado la beca, si le hubiera dicho que sí a ese amigo que empezó a sentir algo más por mí en un momento de mi vida, si hubiera aprendido a tocar la guitarra cuando mi madre me la regaló o si no me hubiera tomado la pastilla del día después aquella vez que tuve un "accidente". ¿Cómo sería mi vida ahora?
Y bueno, después de tanto pensar he tomado una decisión: elijo no pensar en ello, elijo disfrutar de mi vida tal y como está, suponiendo que averiguaré cómo cruzar ciertos puentes cuando me encuentre frente a ellos, y elijo despertarme todos los días escuchando esta canción... ¡Viva la vida!


Mi blog poco a poco despierta... como parece que estoy despertando yo, después de este largo aletargamiento que ha sido el verano... No sé cuánto tiempo le costará despertar del todo, ni siquiera si llegará a hacerlo completamente, pero como mi blog es como yo, se está desperezando con música... Música que le da un nuevo título y un nuevo look... A ver cuanto me dura la etapa del Living and loving life...

Pensaba que la canción que me ha cedido su nombre para rebautizar este sitio la cantaba Julie Delpy y formaba parte de la BSO de "Before sunset"... resulta que no, que la canta una tal Kathy McCarty y he podido encontrar un vídeo suyo con escenas de la peli... para todos los que viven la vida "Day-to-day living" (as the song...)




Hold me like a mother would
Like I always knew somebody should
though tomorrow don't look that good
Well, it just goes to show

Though people say we're an unlikely couple
I'm seeing double of you

Oh.

This is life
This is life
And everything's all right
Living living living living living living living living life

Oh
I'm hoping though
because I'm learning to cope
with the emotion-less mediocrity
Oh.

Day-to-day living

Oh
I can't help being restless
When everything's so tasteless

And all the colors seem to have faded away.

Oh.
This is life
This is life
And everything's all right
Living living living living living living living living life

Hold me like a mother would
Like I always knew somebody should, yeah.
though tomorrow don't look that good
Well, just goes to show
Though people say we're an unlikely couple
Doris Day, and Mott the Hoople

Ohhh,..

Ahh...

Life!
Hola a todos... vuelvo a mi periplo bloguero con algo muy fácil: un relato. Lo escribí hace un montón de años para un foro en el participaba y me ha apetecido compartirlo con vosotros (si es que todavía queda alguien que se pasa por aquí de vez en cuando). Ahí va....

TAL VEZ FUE EL DESTINO

Arturo no podía creerse lo que le estaba sucediendo. Eso sólo pasaba en las películas de ciencia ficción, no en la vida real. Pero estaba pasando, joder, claro que estaba pasando. Intentó aclarar sus ideas y averiguar por qué había retrocedido en el tiempo. Pensó en las películas que había visto sobre el tema, “Regreso al futuro”, “La máquina del tiempo”... y le vino a la mente que los personajes de esas películas sabían que iban a viajar en el tiempo, él no.

Él se había despertado y de repente estaba en el pasado. “Qué cosa más extraña”, no paraba de repetirse una y otra vez, aquello era extrañísimo. Se dio cuenta de que tanto pensar en el porqué de esa situación y no hacer nada para remediarla no le iba a llevar a ningún sitio. Se levantó decidido de la cama y se dijo a sí mismo que si esto estaba ocurriendo, tenía que ser por alguna razón. Giró el pomo de la puerta y la abrió dispuesto a enfrentarse a lo que le esperaba con toda la valentía que fuera capaz de reunir.

Arturo era muy observador, así que no tardó en darse cuenta de que estaba en un hotel o algo parecido y que su habitación era la número 28. “Vaya” – pensó – “como mi edad, así será más fácil recordar el número”. No tenía la llave, pero supuso que podría pedirla en recepción en el caso de que quisiera volver allí. Bajó las escaleras deprisa y salió a la calle por la puerta principal de lo que efectivamente era un hotel. Nada más pisar la cera se dio cuenta de que no sabía dónde estaba, ni qué hora era y, lo más importante, en qué año se había despertado.

Mientras esos pensamientos se le pasaban por la cabeza vio que en el suelo, muy cerca de sus pies, había un papel tirado que parecía ser un periódico. Lo recogió y miró la fecha en la portada. Tras un rápido cálculo se dio cuenta de que había retrocedido en el tiempo exactamente 72 años. Delante suya se levantaba un edificio que tenía un reloj en la fachada y, de pronto, empezó a resultarle muy familiar. Tras un rápido vistazo al lugar empezó a sentirse más tranquilo, había fotografiado el ayuntamiento mil veces. “Genial” – pensó – “ahora ya sé en que año estoy, que son las cinco de la tarde y que estoy en mi ciudad”.

Arturo se echó un rápido vistazo a sí mismo y se dio cuenta de que sus ropas no desentonaban comparándolas con las de la gente lo que le produjo un gran alivio, ahora no estaba para aguantar miradas de curiosos ni contestar preguntas embarazosas. Llevaba bastante tiempo allí parado mirando la calle y el periódico así que decidió cruzar la avenida para adentrarse en lo que parecía un parque público. Allí podría caminar pasando desapercibido y planear su próximo movimiento.

Mientras caminaba, pensaba de nuevo en la razón que lo había traído al pasado. Pensaba que era feliz con su trabajo, era el fotógrafo de un pequeño periódico local, sus padres aún vivían y mantenía una buena relación con ellos. Vale, no había encontrado el amor aún, pero no perdía la esperanza. Creía firmemente en que el destino le llevaría a encontrarla y que, cuando la viera, sabría inmediatamente que ella era para él. Arturo era un idealista, algo raro en los tiempos que corren, pero ¡¡qué carajo¡¡¡ a él le gustaba sentirse algo diferente.

Absorto estaba en sus pensamientos cuando un sobre cayó de repente delante de sus pies. Levantó la vista pensando que se le acababa de caer a alguien y vio a una muchacha que caminaba en sentido contrario al suyo. Recogió el sobre y no pudo resistirse a mirar el remitente donde aparecía el nombre y la dirección de una mujer.

- ¡Oye perdona! – exclamó mientras se acercaba y ella giraba la cabeza – Creo que se te ha caído esto, ¿es tuyo?

- Pues... – cara de duda de ella – vaya, sí, es mío – respondió mientras se cruzaban sus miradas y el tiempo parecía detenido – muchas gracias... – su mano temblaba mientras agarraba el sobre y de repente... – ayyy, que torpe, lo siento – el helado de chocolate que sostenía con la otra mano se cayó encima de él.

- Nada, nada... – se limpió él, extendiendo más la mancha sobre su camisa – casi no se nota – risas suyas, seguidas por las de ella – soy Arturo.

- Carla – sus manos se estrecharon y el tiempo volvió a detenerse durante un segundo – encantada, aunque temo que tú no tanto... – nuevas risas – toma, límpiate con esto – él tomó el pañuelo que le ofrecía e hizo lo que pudo con la mancha. Ella sintió cómo el rubor se apoderaba de su rostro.

- Tranquila, son cosas que pasan – le respondió mientras subía la cabeza de nuevo y guardaba el pañuelo en el bolsillo - ¿ves?, como nuevo, lo siento por tu helado, tenía muy buena pinta – sonrisa franca de él.

- Sí, ¿verdad? – preguntó, mientras le devolvía la sonrisa – lo menos que puedo hacer es invitarte a uno después de la que he montado – su rostro reflejaba cierta incertidumbre mientras le miraba – no puedes decir que no.

- No lo haré – fue su respuesta mientras volvían a cruzarse sus miradas y el tiempo seguía con sus juegos... – te sigo.

Arturo casi olvidó lo que le había ocurrido esa misma mañana. Pasó el resto de la tarde con Carla, como si la conociera de toda la vida. Tomaron un helado en el parque, pasearon, rieron, bromearon... pero, más que otra cosa, hablaron. Ella le contó que su sueño era ser periodista para poder contarle al mundo todo lo que pasaba. Él le confesó que su fruta favorita eran los melocotones, aparte de por su dulce sabor, por el olor que desprendían cuando estaban maduros. Ella le dijo entre risas que odiaba el color rosa y él le susurró que lo que más le asustaba era la soledad. Y así pasó el tiempo volando, el mismo tiempo que había estado haciendo de las suyas todo el día.

Juntos doblaron la esquina que llevaba a la casa de Carla. Era ya de noche y Arturo comenzaba a despertarse del sueño que había vivido durante la tarde. Un pensamiento fugaz recorrió su cabeza: “¿habrá sido por esto lo del tiempo?”. Carla se había parado de repente y lo observaba. Él no sabía qué hacer. Ella se acercó a sus labios y ya no hubo más tiempo para pensar.

Aquel beso fue como una lluvia fresca que te sorprende en una tarde calurosa de verano. Te pilla tan desprevenido pero sienta tan bien, que lo único que se te ocurre es levantar la cara, abrir la boca y dejarla entrar; sentirla correr, húmeda y fresca, probarla, desearla, captar todos sus aromas, disfrutar con su sonido y, por fin, dejarte llevar...

- Sabes a melocotón... – le susurró al oído antes de marcharse hacia su casa. Él sólo pudo sonreír antes de empezar a echarla de menos.

Se quedó allí parado durante un rato antes de decidir volver al hotel. Le temblaban las piernas, y toda la valentía de la que había hecho gala durante la tarde le estaba pasando factura, estaba asustado y desconcertado. Subió a su habitación, la número 28, y se quitó la camisa manchada de helado y los zapatos. Se quedó tendido en la cama con los pantalones puestos, estaba demasiado cansado para pensar qué estaba pasando así que cerró los ojos y se durmió.

Un sonido estridente y conocido le despertó a la mañana siguiente: la alarma de su reloj. Alargó la mano y paró el despertador como hacía cada día, pero aquella vez algo era diferente. Le costó un poco tomar conciencia de lo que estaba sucediendo pero en seguida recordó a Carla y a su beso. Se levantó de un salto y comenzó a recorrer la habitación cerciorándose de que realmente estaba allí. Todas las imágenes del día anterior volvían a su cabeza como si se tratara de fotogramas de una película pasados a altísima velocidad: el periódico, el ayuntamiento, la carta, el helado, Carla.

Miró el reloj y comprobó la fecha. Correcto, estaba en el presente. Un momento, ¿realmente ocurrió?¿no habría sido un sueño? ¡Pip, pip¡, sonó el reloj. “Joder, llego tarde al trabajo”, se dijo, y sacó una camisa limpia, se calzó, se lavó la cara y salió corriendo de su casa.

Mientras conducía no dejaba de pensar en su “sueño” y una idea le vino a la mente: conocía el nombre completo de Carla y su dirección, se acordaba perfectamente del sobre con el remitente. También sabía el año al que se había trasladado en su viaje en el tiempo, podía buscarla en la base de datos del periódico, tal vez encontrara algo sobre ella, tal vez no había sido todo un sueño. Una sonrisa se apoderó de su rostro en esos instantes.

Introdujo los datos de los que disponía en el ordenador del trabajo y un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando pulsó la tecla “enter”. Efectivamente, allí estaba Carla. Leyó toda la información lo más rápido que pudo: murió a los 80 años, fue una de las primeras mujeres dedicadas al periodismo, fue cronista en la guerra civil y en las que le siguieron, escribió varios libros, se casó y tuvo hijos. Arturo se apoyó en el respaldo de la silla, suspiró y pensó que al final ella había conseguido su sueño.

Salió del despacho pasados unos minutos y se vio rodeado de la típica vorágine que acompaña a la redacción de un periódico, por pequeño que sea. Aún no podía creer que ella hubiera existido, no estaba seguro de si todo aquello lo había soñado, quizás había leído su nombre en alguna parte en el periódico y la había personificado en su sueño. Pero todo parecía muy real. La voz de uno de sus compañeros le sacó de su ensimismamiento:

- Arturo macho, que mala cara traes. Llegas tarde otra vez, si te pilla el jefe la vas a liar tío. Anda y tráeme las fotos que hiciste ayer en la rueda de prensa del alcalde y mueve el culo, que estás zombi.

Arturo se dirigía al archivo para recoger las fotos cuando un papel aterrizó en sus pies. Se paró en seco y recogió del suelo lo que parecía ser un carné de identidad. Mientras lo observaba, sintió que aquello ya le había ocurrido hacía poco y se giró en busca de la dueña, ya que se trataba de una mujer.

- ¡Oye perdona! – dijo mientras ambos se giraban – Creo que se te ha caído esto, ¿es tuyo? – le tembló la voz al notar el enorme parecido con Carla.

- Pues... – cara de duda de ella – vaya, sí, es mío – se cruzaron sus miradas y el tiempo parecía detenido – muchas gracias... – extendió su mano para recoger lo que él le entregaba – Tengo que llevarle esta documentación al director, acabo de aterrizar y ya voy perdiéndolo todo – sonrisa de ella y asombro de él - ¿te conozco? Tu cara me resulta familiar... ¡Dios mío! – exclamó mientras giraba la cabeza - ¿es que aquí no para de sonar el teléfono?, qué locura – risas de ambos – Mara, encantada de que me devuelvas mi carné.

- Soy Arturo – dijo él mientras de nuevo se cruzaban sus miradas y el tiempo volvía a jugar sus cartas –, tu fotógrafo.

Mara y Arturo se conocieron, trabajaron, pasearon, rieron, hablaron y se besaron, y Arturo volvió a sentir el sabor de la lluvia fresca en su boca. Mara le habló de la admiración que sentía por su bisabuela Carla y que siempre quiso seguir sus pasos, por esa razón se hizo periodista y se conocieron. Mara apenas tenía 6 o 7 años cuando ella murió, pero su abuelo Arturo, hijo de Carla, siempre le hablaba horas y horas sobre la vida que su bisabuela tuvo. Arturo supo así que ella tampoco le había olvidado. El llamar a su hijo como él le volvió a confirmar, por si sus pruebas no eran suficientes, que aquello había sido algo más que un sueño.

Él jamás le contó nada a Mara de todo lo que pasó, excepto una vez que ella le preguntó por el pañuelo que tenía guardado en su mesilla de noche y que tanto le gustaba tocar. “Me lo regaló tu bisabuela cuando me dijo cómo encontrarte”, le respondió. Ella le miró fijamente, sonrió y le besó. “Sabes a melocotón”, le dijo. Esa noche hicieron el amor hasta que se durmieron abrazados al llegar al alba.